LA PODEROSA PALABRA DE DIOS

LA PODEROSA PALABRA DE DIOS
UNA LUZ DE ESPERANZA

viernes, 26 de marzo de 2010

EL SUFRIMIENTO Y LA PRUEBA DE NUESTRA FE











¿Tú, cristiano, cree en Dios? ¡Por supuesto que sí!

¿Cuál es nuestra reacción antes las dificultades o los problemas que muchísimas veces debemos de enfrentar como cristianos?
¿Qué haría yo si fuese probado como Job?
¿Cómo viviría en medio del desierto por cuarenta años de mi vida?
¿Por qué dudamos?
¿Es fácil vivir por fe?
¿Cuándo será probada nuestra fe en Cristo y su Palabra?


Vamos a acompañar a estos israelitas que <> para ver lo que pasa con su <> durante el viaje a Canaán. Emprenden su peregrinaje con gran emoción. Seguramente, durante los primeros kilómetros, van cantando. Luego, el camino se les hace un poco pesado y dejan de cantar, pero todavía están entusiasmados con su nueva libertad. De repente, tienen que afrontar una primera prueba. Delante de ellos aparece el mar. ¿Cómo cruzarlo? Y, nada más chocar con esta barrera, se enteran de que el ejército les pisa los talones.

Pero, por supuesto, estos hebreos son creyentes que acaban de ver las poderosas maravillas de Dios en Egipto. Ahora, pues, su fe no vacilará, ¿verdad? Sin duda pensarán: Nuestro Dios, que nos libró de Egipto con mano poderosa y que, ahora mismo, está velando por nuestro bien-allí está la columna de humo que ha dado como señal de su presencia con nosotros- nos salvará del ejército y nos llevará al otro llado del mar.


Sin embargo, esto no es lo que dice la Biblia. Antes bien, los israelitas respondieron con miedo y sin confianza en el Señor:



Cuando el faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alcanzon sus ojos y vieron que los egipcios venían tras ellos, por lo que los hijos de Israel clamaron a Jehová llenos de temor, y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?* ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto? Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: Déjanos servir a los egipcios, porque mejor no es servir a los egipcios que morir en el desierto (Éxodo 14:10).

¿Éstos son los que dicen creer en Dios? ¿Dónde está su fe ahora? Con todo, Dios es paciente y misericordioso. No suele fulminar a nadie a las primeras de cambio. Por lo tanto, hace caso omiso de la mala actitud de los hebreos, abre el mar y los conduce sanos y salvos a la otra orilla. Los israelitas siguen su camino por el desierto.

*Egipto, por supuesto, es el país de los sepulcros. Las pirámides nos recuerdan que la religión y cultura de los egipcios se centraba en la muerte.

Yo he tenido el privilegio de estar en el desierto del Sinaí. Es toda una experiencia. largos kilómetros sin ver ni un solo arbusto. Una tierra absolutamente inhóspita. Claro está, yo lo atravesé en autocar con aire acondicionado y con abundantes garrafas de agua fresca. Pero los israelitas, aunque llevaron consigo todas las provisiones que pudieron, lo pasaron muy mal. Después de cruzar el mar Rojo, tuvieron que viajar tres días enteros sin beber agua.

¿Cuál es el máximo de tiempo que has aguantado sin beber? Porque antes de tirarles piedras a los israelitas, debemos comprender bien su situación. Pocas veces nos habremos encontrados arrinconados por un mar con un ejército que se nos viene encima. Pocas veces nos habremos encontrado, después de tres días sin beber ni un agota de agua, en un lugar como Mara.

Mara era un oasis al que los israelitas llegaron muertos de sed, pero avivados por una nueva esperanza. ¡Gloria a Dios! ¡Finalmente llegamos al agua! Sacan sus cantimploras para llenarlas de agua y, he aquí, no es agua potable, sino amarga, posiblemente venenosa. ¿Podemos imaginarnos la inmensa decepción y el gran disgusto de los hebreos? ¡Con la sed que tienen! ¿A qué está jugando Dios? Les pone un oasis por delante y, luego, cuando están a punto de deber, descubren que no pueden. ¿No fue una crueldad por parte de Dios? En cierto sentido, sí. Pero, a fin de cuentas, ¿no los había llevado al desierto para afligirlos?

Sin embrago, ellos son creyentes. saben perfectamente que el Dios que los ha salvado del ejército egipcio y les ha abierto el mar, será poderoso para suplir agua potable, ¿verdad? Seguramente, pues, se pondrán a orar, pedirán agua al Señor y confiarán en él.

Pero no dice así el texto bíblico. Ésta no fue la reacción de los israelitas, sino otra:

El pueblo se puso a murmurar contra Moisés, diciendo: ¿Qué hemos de beber? (Éxodo 15:24).

Sin embargo, Dios es paciente y, aunque el pueblo fracasó ante esta segunda prueba, les dio agua. Moisés, siguiendo las instrucciones divinas, echó en las aguas un árbol y las aguas se volvieron potables.

Prosiguieron su camino por el desierto de Sin. Y después de la prueba de la sed les vino la prueba del hambre. Se les agotó la comida y se encontraron sin nada que comer. Miraban a su alrededor y sólo veían arena, piedras y montañas áridas. Pero, bueno, habían visto las diez plagas. Seguramente, pues, ahora podrían creer que el Dios que había enviado la plaga de langosta, la de ranas o la de moscas sería capaz de enviarles comida al desierto. Sin duda, reaccionarían ante la nueva prueba diciendo: Señor, confiamos en ti; aunque estamos en el desierto, tú nos darás comida. Pero la Biblia nos narra la triste realidad (Éxodo 16:2-3).

Claro está que dirigían su protesta a Moisés y Aarón, porque no se atrevían a protestar contra Dios mismo. Pero sabe perfectamente que el rechazo de sus siervos suele encubrir un rechazo a él mismo*. En vez de acusar a Dios, los israelitas buscan al cabeza de turco más conveniente; es decir, a los que le presiden en el Señor.

¿ESTO ES FE O INCREDULIDAD?

Con todo, Dios es paciente y provee para ellos dos platos diferentes: el maná y las codornices.

Prosiguen y llenan a Redifim. Nuevamente, les falta el agua. ¡Ah! pero esta prueba ya la han vivido. Seguramente, habrán aprendido la lección, ¿verdad? No caerán dos veces en el mismo error. Pues, veamos: (Éxodo 17:2-4)

No obstante, Dios vuelve a darles agua. Pero, ¿aprendieron así a confiar en él? Por no cansar a mis lectores, no sigo con la historia. Pero, vez tras vez, Dios pone a prueba a su pueblo. ¿Aprobaron alguna vez? No. Más bien, demostraron que en el fondo no eran creyentes, sino incrédulos. Con los labios decían: Creemos en Dios; pero, a efectos prácticos de vivencia real, no creyeron en él.

Sin duda, nosotros también decimos con nuestros labios que creemos en Dios. Pero, ¿qué tal es nuestra fe en la vivencia diaria? ¿Cómo respondemos ente las pruebas de la vida? ¿Con fe o con incredulidad?

Sin ánimo de ofender a nadie, quiero sugerir que ninguna de mis lectores podrá jactarse de una fe absolutamente <>. Quien más quien menos, todos nos tambaleamos un poco ante las aflicciones del desierto. Gracias a Dios si reaccionamos a tiempo y volvemos a afirmar nuestra confianza en sus promesas. Mediante tales pruebas, el señor fortalece nuestra fe y nos enseña lo que significa descansar en él. Pero, mientras vamos aprendiendo, tendremos que hacer nuestra la oración de aquel padre: Creo; ayuda mi incredulidad (Marcos 9:24). ¿Llamados a Sufrir? David Burt. clie.

CRISTO VIENE AMADOS HERMANOS Y AMIGOS. DIOS BENDIGA SUS VIDAS EN GRAN MANERA Y SU PALABRA HAGA DE TODOS NOSOTROS VERDADEROS CREYENTES EN LA PRÁCTICA Y NO SOLO EN LA TEORÍA INTELECTUAL. LEAMOS TAMBIÉN EL LIBRO DE HEBREOS 11:1-40. DIOS LES AMA. RECORDEMOS QUE EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ (HABACUC 2:4). DIOS LE AMA. SHALOM-DIOS ES AMOR- MARANATA-CRISTO VIENE.


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